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Se cuentan historias, mitos y leyendas, relatos en los que nadie cree, aunque debería hacerlo, pero nunca existió alguna tan oscura y triste cómo la de aquel crepúsculo…
Se vivía una noche tranquila en aquel humilde poblado, no se escuchaban palabras, sólo el tranquilo susurrar del viento, pero esta calma se vio interrumpida por un triste llanto, entre los escombros abandonados de lo que alguna vez fue una casa, entre las cenizas que el fuego dejó, de ahí proviene aquel desgarrador llanto de un corazón roto, pues entre aquellas llamas, que todo se llevaron, estaba la familia que amo, su madre y su padre, y ahora olvidada entre esas ruinas está la sombra de una niña que alguna vez fue feliz. Todo porque según esa diabólica institución, su madre practicaba la brujería, cuando eso era mentira, ella sólo confiaba en el poder curativo de las plantas; y aún así decidieron borrarlos del mapa, incendiando su hogar, con el astro de plata como único testigo.
A aquella alma atormentada, ya sólo le espera una solitaria muerte, su infeliz destino ha sido marcado y ella ha decidido abandonarse a su depresión.
Y aunque la luna ha sido mudo testigo de esto, la gente cuenta de generación en generación, que el viento de esa noche arrastró las cenizas a lo largo del pueblo, llevando una maldición con ellas. Y es que aquella niña tragada por la oscuridad de su corazón, perdió su camino hacia el descanso eterno, y vaga por las noches buscando ejecutar a todas las personas, y sus descendientes, que prendieron fuego a su feliz realidad.