De nuevo me encuentro regresando de la escuela, desde cuándo se ha vuelto tan fastidioso y monótono hacerlo. Volteo hacia el cielo y se ve tan gris, me pregunto en que momento se ha hecho tan tarde que no me he dado cuanta, observo como los colores se empiezan a esconder en las profundidades del cielo, dando paso a la oscuridad, tal y cómo lo hicieron en mí desde hace ya tanto tiempo.
Que irónica es la vida, en un pasado yo hubiera sido la última persona en tener estos pensamientos, creía que los finales felices si existían, que sería feliz hasta en último de mis días, pero las cosas cambian, el tiempo avanza.
Mis padres siempre habían peleado como cualquier persona con su pareja, eso era algo ya normal entre ellos; pero de hace unos ocho meses para acá, las peleas de mis padres se volvieron una rutina, un espectáculo común, y cada vez los insultos y golpes, por cosas tan tontas, eran mas frecuentes.
Al principio no podía entender lo que sucedía, sólo me encerraba en mi propia mente, escondiendo me de lo que sucedía, pero mientras intentaba negarme a los hechos, esto siguió empeorando, los últimos seis meses, mis padres ya no podían ni verse, ni hablarse, porque comenzaban a pelear.
Conforme los meses pasaban fui madurando y sin darme cuenta, poco a poco la venda de mis ojos iba cayendo mostrándome la cruel realidad.
La presión de sus trabajos tampoco era de mucha ayuda, pues cada vez llagaban mas estresados a la casa y con menos disponibilidad para tratar los temas familiares que debíamos discutir. Por otro lado debido a que mis padres siempre estaban en el trabajo, y el poco tiempo que estaban en la casa se la vivía peleando, y yo sólo me sentía vacía e incomprendida; al igual que me sentía inútil y egoísta, cuándo mis únicos deseos eran volverme sorda y no escuchar sus hirientes palabras; ser ciega y no poder ver lo que pasaba; puesto que tenía miedo de aceptar lo que la vida me decía a gritos y yo ignoraba, pero la venda tenía que terminar de caer y después de todo tuve que aceptar la dura verdad que golpeaba con fuerza sobre mi cara: mi vida era una mentira. Era sólo un montón de ilusiones que me había creado para esconderme del hecho de que mis padres ya no se aman, que cada día juntos les lastima y separa; y lo peor es, qué lo único que evita que se alejen y se eviten ese dolor, soy yo, yo soy la única egoísta por la que se aguantan mutuamente, porque temen lo que una separación pueda causarme.
Pero ya no más, pues aunque tengo miedo de cómo será mi nueva vida, el saber que mis padres dejaran de hacerse daño a ellos y a mí, me dan fuerzas para continuar con mi decisión.
He llagado a casa y vuelvo a mirar hacia el cielo, veo que en su inmensa oscuridad se empiezan a notar pequeños destellos de luz, y ahora quizá también pueda ver pequeñas esperanzas en mi vida, sólo se que intentaré ver el divorcio de una forma diferente, no cómo la separación de dos personas, sino cómo nuestra oportunidad de hacer nuestro propio “…vivieron felices para siempre…”.
Todo pasa por una razón...
Hace 14 años.